La casona de Montevideo al 2300 pasaría desapercibida si no fuera por las vestimentas extravagantes y los raros peinados nuevos de algunas personas que se congregan frente a su puerta. Una conjunción de punks, chicas de rostros pálidos y ropa negra o vistosa, bicicletas y muchachos de barba y melena entran y salen del lugar, que carece de identificación. Se trata de la generación x o, mejor dicho, de Planeta x: un colectivo cultural -o contracultural- compuesto por músicos, diseñadores, artistas plásticos, dj's y expertos en computación.
En realidad Planeta es mucho más que un lugar observado de reojo por quienes se creen normales y por las señoras que salen con sus maridos -o sus amantes- los fines de semana y, de repente, se encuentran con un temible panorama: remeras de Marilyn Manson, Sex Pistols, Depeche Mode…o de un dibujo animado. Planeta x es un espacio de experimentación y diversión autogestionado que desde hace más de diez años proyecta videos, organiza muestras, recitales, ensayos y talleres sobre música, plástica, software libre y filosofía.
Una de sus facetas más trascendentes es el club de noche, que suele abrir los sábados y generalmente tiene un costo de 15 pesos. En esas jornadas, al subir las escaleras de la casa los oídos se impregnan de los sonidos de una banda en vivo y luego de electropop, tecnopop, electrorock y la música electrónica de pista, que se apodera de las habitaciones del lugar hasta entrada la madrugada. Mientras tanto, en el patio se proyectan video clips, documentales o cortos de animación, y la barra ofrece tragos a un precio accesible.
El club es lo más parecido a un pub sin dueños, donde la publicidad no existe, los baños son mixtos y los códigos parecen extraños a esta época, ya que no se padecen empujones ni discusiones generadas por cuestiones futbolísticas. El dinero recaudado se reinvierte en insumos, refacciones y en otras iniciativas artísticas y culturales, así como en la investigación sobre medios alternativos de comunicación, porque sus organizadores siempre persiguieron la manera de darle cabida a la contracultura y a las noticias piratas que los medios instituidos dejan de lado.
Sin embargo, las fiestas masivas se hacen fuera de la casona de calle Montevideo, en el boliche Lázaro, de 9 de Julio 826. El boca en boca y los correos electrónicos bastan para colmar la pista. “Las fiestas las empezamos a armar de rebote, para recaudar fondos, y como nos fue bien, seguimos”, comenta Juan Ignacio Favre (Juani), integrante de Planeta x desde los comienzos, que se remontan al año 1997. “Un día a alguien se le ocurrió evocar la década del ’80 y así surgió la primera Fiesta de los ’80 de Planeta x. Aunque ahora son muy comunes, eso antes no existía en Rosario. Fue muy difícil conseguir los temas, ya que no estaba tan difundido Internet”, recuerda.
No obstante, Planeta no es sólo fiesta y baile. Para sus miembros resulta muy difícil definir un proyecto tan complejo y heterogéneo. “Es el arte de la vida cotidiana”, arriesga Juani. “Apuntamos a cambiar las cosas día a día, acción por acción –continúa-, tratando de no trazar reglas generales que resulten opresoras, sino más bien analizando las particularidades de cada caso. Nunca dijimos que somos artistas y el arte siempre fue muy sojuzgado dentro de la casa. Jamás se dijo que está por encima de todo, más bien tuvo que ganarse su puesto”.
Todo indica que lo hizo. En la casona hay una sala de ensayo y un estudio de grabación. El sello independiente Planeta x lleva editados alrededor de 20 discos desde 1995, aunque con ciertas limitaciones económicas. “Gran parte de los artefactos los aportamos nosotros, los donamos o prestamos”, señala Juani. “Hacemos la producción artística íntegra, que abarca desde la composición a la grabación y la mezcla, pero nos falta producción ejecutiva, ya que no tenemos un departamento de difusión ni dinero destinado a ese fin”.
Además, en la órbita de Planeta x se encuentra el denominado hacklab: un grupo de personas de distintas disciplinas a las que les gusta experimentar con la tecnología, el arte y sus usos sociales. Su pilar es el ingeniero electrónico Federico Lazcano (Lasky), un erudito de la computación especializado en software libre. En el ámbito del hacklab, durante 2007 el profesor de la Escuela de Comunicación y Artes de Malmo, Suecia, David Cuartielles, dictó un curso sobre Arduino, un hardware que sirve como complemento de la pintura artística y la gráfica contemporánea, y del cual es uno de sus creadores.
Ya en el ámbito específico de las Bellas Artes, se realizó un taller de plástica dictado por el licenciado y profesor Fabricio Faca Caiazza, mentor de las campañas Tolerancia cero, Piquete way, Pinche empalme justo –que lo llevó a enfrentar un proceso judicial- y del Comando payaso. Esta última consistía en ponerle narices rojas a los afiches proselitistas.
La delgada línea roja
Ciertos rasgos se mantienen desde los primeros años. Todos los lunes a las 20 se hace una reunión donde se discuten los aspectos operativos para la organización de los eventos y los proyectos artísticos del colectivo. Uno de los pilares es la inexistencia de jerarquías entre las personas. “Nos ubicamos en una corriente de pensamiento autónomo, no partidista”, explica Juani. “Sería, por decirlo de alguna manera, el post estatalismo. No admitimos organizaciones jerarquizadas, salvo que impliquen un aprendizaje. Y la horizontalidad no se cae cuando ciertas funciones recaen en las personas que mejor las saben hacer en un determinado momento –aclara- , siempre y cuando los interesados en esa tarea puedan asesorarse y colaborar para después llevarlas a cabo ellas también.”
Las influencias políticas están presentes de modo artístico o explícito. “Al principio hicimos algunas publicaciones con contenido más artístico y otras más politizadas –admite Juani-, porque jugamos un poco en la delgada línea entre esas dos cosas”. De hecho, en el sitio de Planeta se comparten tanto escritos de pensadores anarquistas, revolucionarios y filósofos (Errico Malatesta, Jacques Derrida, Karl Marx y Gilles Deleuze, entre otros), como así también producciones y ensayos de personalidades de la cultura como el escritor y crítico británico Simon Reynolds, quien se ocupa de las tendencias musicales vanguardistas y la cultura pop, o del compositor de música electrónica y productor discográfico Brian Eno.
No me nombres
Planeta x es la mezcla de dos títulos de un escritor independiente llamado Douglas Coupland, autor de Generación x y de Planeta shampoo, dos novelas de crítica social al posmodernismo. “El nombre remite a un lugar anónimo –esclareció Juani- y para mí se relaciona con aquél postulado de Deleuze de que llegará el día en que decir yo dejará de tener importancia”.
Como el astro denominado Planeta x, situado más allá de Neptuno e imposible de encontrar en el sistema solar, en el capitalismo es una excepción descubrir un espacio basado en la cooperación y gestado sin motivaciones de lucro.
Fernando Fantin
Pablo Razori
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