Trabajo práctico n°1
Comisión B
Autor: María Eugenia González
Lo que siempre se creyó que había sido el Paraíso para las “familias de bien”, el 15 de enero de 2002 se convirtió en el Infierno. No estoy hablando de un country privado ni de una ciudad europea, es Casilda de quien hablo, ni más ni menos.
La pueblada casildense salió del ostracismo de siempre para levantarse en lo que se había iniciado, en un principio, como una protesta pacífica contra el Corralito de Cavallo. Pero las temperaturas subieron junto con el clima de la pampa húmeda, porque aquellos que lo sufrimos sabemos que este calor no perdona.
Alrededor de las 11 de la mañana la parte más violenta de la manifestación empezó a demostrar su furia contra los escaparates de las cinco entidades bancarias de la ciudad. Poco a poco fueron cayendo los vidrios y paredes de los bancos Nación, Bisel, Nuevo de Santa Fe, Galicia y Credicoop. Las calles del centro, que nunca se gastaron con “la vuelta del perro” se vieron repletas de piedras, vidrios rotos y metralla.
La Policía, que en un principio solo se dedicó a mirar, empezó a actuar. Gases lacrimógenos y balas de goma cambiaron el mediodía casildense, de cafés y charlas insípidas, en un campo de batalla.
Como siempre los pobres contra los pobres, empleados contra desocupados, presos del Corralito y deudores de antaño. Todos juntos separados.
Y la marea violenta no se frenó ahí, siguió hasta las oficinas comerciales de la Empresa Provincial de la Energía, Telecom y Aguas Provinciales y hasta el Correo de Macri fue víctima de la ira.
¿Y que se solucionaron con estos desmanes? Nada. Lo mismo que con las lágrimas de quien suscribe que mientras relata lo sucedido ese Martes de Furia, no puede dejar de empañar sus gafas al recordar lo lindo que se veía Casilda las tardes de invierno entre mates y amigos…
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